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Porque nunca he visto a nadie más seguro de sí; más aparentemente fuerte, que a un fascista. Seguros se sienten todos los dogmáticos del mundo. Los dioses no se equivocan. La impiedad no tiene retorno. La dictadura es inflexible. El nazismo era potencia. El franquismo tuvo el sabor de lo eterno. El fanatismo es acero vivo. A los torturadores no los quiebra el infarto. La pena de muerte la añoran los fuertes de este mundo. Los violentos conquistan las fronteras. Son fuertes los que no cambian de idea. Los que mueren sin haber conocido la duda o el miedo. Así se piensa, por lo menos. Mientras, al revés, yo advierto con extrañeza que es frágil y quebradizo todo lo que aman los sabios. La libertad: basta un tirano de turno para que te la arranquen como una muela. La democracia: es siempre flor de invernadero. El amor: no es verdad que es más fuerte que la muerte, porque, si no, la vida no sería frágil como una pompa de jabón.
Juan Arias M.
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