jueves, 25 de febrero de 2010

CANTO A LA PATRIA

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Dije a la bandera: ¿Dónde está la Patria?
Ella, tan solo flameó, ni siquiera sola,
fue un fuerte viento el que la movió.

Escudos, banderas, también una flor,
son bellos emblemas para una nación.

Cada vez se viene más rápido el viento,
cada vez el día se va más veloz,
cada vez la noche que todo transforma
arriba de lejos, ocultando el sol.

Pregunté angustiado a la noche inmensa:
¿tú que todo sabes,
tú que vas tan lejos,
podrías decirme hasta donde llega
la tierra bravía,
de estaño, de espigas,
con olor a cóndor y a copajira?

Tan solo silencio vino de la luna,
qué respuesta fría.

Era solo un mono cargado de estaño,
locura, mentira, naranjas de paja y un poco de miel

Fui donde la historia con una pregunta:
¿Tú que viste tanto me puedes decir cómo fue la patria?
¿Cómo vino el hambre a morar montañas, a vencer los valles?

La historia lanzome cual clara respuesta,
una carcajada con sonido de años.
(Pasan galopando sobre sus caballos
Don Simón Bolívar y el Gran Mariscal
y medio que lento viene la guerrilla).

¡Qué linda historia,
a otras naciones les daría envidia!

Tuve que ir al cielo en busca de dios:
¿Tú que todo sabes, que no tienes tiempo,
podrás responderme un poco mejor?

Me equivoqué
creo que él no era o estaba durmiendo,
rodeado de ángeles que lo adoraban
y naturalmente no me dijo nada.

Planetita tierra,
perdido granito de arena en el tiempo,
tan, tan chiquitito,
con guerras, banderas, idiomas y reyes
y algo de hombres que mueren de frío,
de miedo, de hastío,
… y saben amar.

Estudié en libros la filosofía, aprendí de ética, leí a Platón
ciencias económicas y ciencias políticas
fueron las dos vías que pensé mejores;
mirando en la historia vi grandes imperios,
vi nuevas naciones luchar contra el tiempo.

¿Y qué?
¿Qué es de la Patria? ¿Qué es la nación?
Miles de respuestas:
la economía, la historia, las ciencias
la obscura política
y claro…
inclusive dios.

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Bajé de los cielos,
dejé atrás las nubes,
ya no vi banderas, ni ciencias, ni a dios.
Vi tan solo al hombre,
al que es de mi tierra,
al hombre que debe a mi tierra india
su bello color.


Habían…
no muchos.
Me acerqué corriendo hacia el labrador:
“Hermano, tú que de la tierra, dando tu sudor,
sacas en espigas el pan que comemos, cosechando horror,
¿sabes tú acaso, lo que es la Patria?”

“¿La Patria?” –me dijo –
“Supongo que es esta mi blanca montaña,
o mi choza india, o tal vez mi llama”

Queda en las frentes enmarcado el surco,
pero mientras haya hombres que la tierra labren
que sufran, que sueñen,
queda todavía con ellos ardiente el grito de espera,
que junto al pututo, es grito de guerra.


Fui donde el obrero,
le dije: “Amigo,
ya que yo te vi en grandes reyertas,
llevando emblemas, cargando banderas,
con seguridad que tú has de saber
lo que es la Patria,
lo que puede ser”

El me vio extrañado, me contempló un rato
y luego me dijo dejando el trabajo:
“Mira estas manos
¿Las ves?
Sucias y callosas porque ellas trabajan pasado inclusive el anochecer.
¿Ves? ¡Esto es la Patria!“

Patria encerrada,
no hueles a libros, hueles a taller;
tu sabor no es el de dulce miel,
es a sudor agrio, fabrica naciente
debajo del dueño que maneja el látigo,
debajo del “trust” o de algún consocio,
que no es de mi tierra, que viene de lejos,
que viene del norte cual sepulturero…

Y yo tuve miedo


Vi lejos,
entre la penumbra,
una gran montaña,
y vi un minero

“Hermano, hermano” –le dije corriendo–
¿sabes tú lo que es?”
“¿La Patria? –me dijo–
¡A ti qué te importa!
(estaba extrañado claro, vio mi tez que no es muy morena)
¿No tienes acaso tu casa, tu lecho,
tu sonrisa triste, vacía, a la hora de almuerzo?
¿La Patria? ¡A ti qué te importa!”

Le conté mi historia,
vio él que quería realmente saber,
se dio media vuelta y dijo, tan solo:
“ven y sígueme”

Bocamina negra, estaño de piedra,
eres tumba amable del que en ti penetra.

Después de pasar por los fríos túneles,
descendí en jaula no sé a qué nivel,
la mezquina cueva trocose en gruta,
vi en las paredes destellos del ser.

Me dijo el minero: “Mira, he ahí la Patria”.

Y vi.
Vi sangre, sudor,
vi revoluciones y gobiernos huecos,
vi morir de hambre y vi al ladrón;
pero divisé detrás de la sangre ,detrás del dolor,
el Lago Sagrado,
y en el horizonte poniéndose el Sol

“Esta es la Patria” me dijo el minero:
“La tierra del Inca, nuestro dios el Sol,
nuestra tierra da pero nos la quitan,
somos de la tierra, yo soy su producto,
pero aquí domina el que es un ladrón”.

Salí de la mina y miro la estepa,
unos versos digo cual una canción,
le canto a mi tierra pues ya la conozco,
le brindo mi vida, porque de ella soy.

¡Patria, Patria brava,
que termine en ti la explotación, levanta tus hijos por la libertad!
Eres indomable, no aceptes tiranos, que doscientos años ya son por demás.
Congregas en ti, toda indoamericana. Despierta tus ansías,
que brame tu voz;
para ti ¡Oh! Patria: ¡El tiempo es hoy!



En la ciudad Capital de Sucre, 1975, con motivo de los Juegos Florales del Sesquicentenario de la República de Bolivia, Julio Aliaga Lairana (yo, muy jovencito y de terno verde si se pudieran ver los colores), el Poeta Laureado, recibiendo la Violeta de Oro.





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